A menudo no queremos oír las llamadas insistentes que Dios nos hace. O porque estamos rodeados de ruidos egoístas y mundanos. O porque nos entra miedo a abrirle nuestro corazón. Si tuviéramos la valentía de escucharle, descubriríamos que con Él todo nos irá mejor. Que seríamos mucho más felices. Porque con Él dentro de nosotros, todo es diferente. Mucho más hermoso y placentero.
Aunque duela, aunque conlleve sufrimiento y menosprecio, lo correcto es ir con la verdad por delante. Mostrarnos a los demás como realmente somos. No fingir.