Mirar al cielo, sí. Porque es donde queremos ir. Para estar con Dios. Para gozar con él eternamente. En la conmemoración de la Ascensión del Señor celebramos también que nosotros estamos llamados a dejar este mundo terrenal para resucitar a la vida verdadera, la que no tiene fin. Y llegaremos a ella no por nuestros propios méritos, sino por los méritos de quien murió por nosotros y con su muerte nos rescató. Por eso conviene que dediquemos más tiempo en esta etapa terrenal a aspirar a la otra vida y a hacer méritos para llegar con el mejor equipaje posible.
Desprendernos de lo superfluo está bien. Pero está mejor desprendernos de lo que consideramos necesario. Porque es en la pobreza completa donde se encuentra la