Dios es misericordioso con todas y cada una de las personas. Porque todas hemos sido creadas a su imagen y semejanza. Y por todas y cada una envió a su Hijo que, por nuestras culpas, fue inmolado en la cruz. De esta forma nos liberó de nuestras faltas. Quiere que seamos misericordiosos con los demás, como Él lo es con cada uno de nosotros. Un creyente que pretenda ser fiel a las enseñanzas del Evangelio no tiene que alejarse de practicar la virtud de la misericordia, porque ésta nos acerca a la bondad del Señor.
La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible. Requiere de cada uno de