Como creyentes en Cristo, estamos llamados a sembrar el bien en este mundo en el que hemos sido colocados por Dios. Si realmente cumplimos lo que se nos ha mandado, ayudaremos a que quienes nos rodean sean un poco mejores. De esta manera habrá más felicidad aquí abajo. Debemos convencernos de que todo se puede mejorar. Con nuestro esfuerzo, podemos hacer mucho en este campo. Una sonrisa a quien nos mira mal, un apretón de manos a quien no nos cae bien, una ayuda desinteresada al que lo necesita… son gestos que hacen más habitable nuestro entorno.
No es admisible practicar la caridad con tristeza. Ni con desgana. Ni por compromiso social. Hay que poner en ello alegría, ilusión, entrega. Porque eso