Son las personas, con sus necesidades, defectos y virtudes, a las que debemos servir, como consecuencia de haber recibido la gracia de ser creyentes en Cristo. Si no vamos a su encuentro, estaremos desperdiciando nuestras vidas, pues no hacemos uso de la gracia recibida. No nos quedemos cruzados de brazos esperando que vengan a exponernos sus necesidades. Seamos prestos a salir de nuestra comodidad para remediar los males de los hermanos.
Recibirte, Señor, en la Eucaristía, es fundirnos contigo, ser una sola cosa contigo. Para sentirnos que somos Tú. Por eso estamos obligados a no defraudarte,