Nos falta la inocencia de los niños pequeños, la humildad de las gentes más sencillas, el desprendimiento de los que nada tienen ni desean. Nos sobra arrogancia, soberbia y egoísmo. Nos reconocemos a nosotros mismos como los mejores. Por ello no entendemos tantas cosas que Tú, Señor, solamente revelas a los que se despojan de sus vanidades. Danos, Señor, un poco de esa sencillez que necesitamos para poder entender mejor lo que quieres decirnos personalmente.
Jesús nos ha demostrado su inmensa bondad. Se entregó a la muerte por nosotros. Nos sigue dando su amor cada día. Él conoce hasta las