Ante todo, lo que debemos practicar con cualquier persona es el respeto y la caridad. Puede que, en ocasiones, no estemos de acuerdo con lo que algunos hacen o dicen. Si consideramos que debemos corregirlos, nunca juzgarlos, hagámoslo desde el convencimiento profundo de que son seres dotados de razón que merecen ser tratados dignamente. Si sabemos actuar con humildad y no con soberbia, con cariño y no con rencor, dando ejemplo con nuestro comportamiento, podremos conseguir llegar a convencerles de sus errores.
Nada tiene que ver la justicia de los hombres con la justicia de Dios. Los hombres condenamos, según las leyes humanas, a los que cometen