Dios nos hizo libres. Para que seamos capaces de elegir. Por eso nos dotó de capacidad para distinguir el bien del mal. Nuestras decisiones deben estar fundadas en este principio que es consustancial a la dignidad humana. No debemos ser esclavos de nada ni de nadie. Pero tampoco debemos confundir la libertad como seres humanos que somos con el albedrío gobernado por la sinrazón, los caprichos o los deseos egoístas.
Sin miramos dentro de nosotros mismos, ¿qué vemos? Nuestra vida discurre anodinamente, con pocas ilusiones en el horizonte y más preocupados por cosas banales que