Dios nos hizo libres. Para que seamos capaces de elegir. Por eso nos dotó de capacidad para distinguir el bien del mal. Nuestras decisiones deben estar fundadas en este principio que es consustancial a la dignidad humana. No debemos ser esclavos de nada ni de nadie. Pero tampoco debemos confundir la libertad como seres humanos que somos con el albedrío gobernado por la sinrazón, los caprichos o los deseos egoístas.
Este mundo en el que nos ha tocado vivir sería mucho más humano si tuviéramos la valentía de tender puentes, en vez de construir muros,