Anunciar el Evangelio es tarea de todo bautizado. Pero este anuncio no es suficiente. Ha de ir acompañado de los actos que pregonen, a los ojos de los que nos escuchan, que creemos lo que predicamos llevándolo a la práctica. Son nuestras acciones la mejor predicación. Mucho más que las palabras o los bellos discursos. Porque el ejemplo que demos es lo que llega a los demás con mayor eficacia. Mal podemos anunciar el mensaje de Jesús si nosotros nos mostramos remisos a llevarlo a nuestras vidas. ¿Quién nos creerá si no vivimos de acuerdo con lo que anunciamos a los otros?

Cristo, estás clavado en la cruz. Eres inocente, sí, pero aceptas entregar tu vida por cada uno de nosotros. Este madero que hoy está físicamente