La razón de nuestro existir está suficientemente clara: Dios nos quiere para sí y para que, por Él, nos demos a los demás. Para eso vinimos a este mundo. Nuestra misión, por tanto, es no defraudar al Creador ni a los demás hombres y mujeres que caminan junto a nosotros. Debemos, para ello, olvidarnos de nosotros mismos, convenciéndonos de que con esta renuncia sí estamos en sintonía con lo que el Señor nos ha encomendado.
Sí, el guardián que nos ha sido asignado personalmente por el Señor está siempre a nuestro lado y nos acompaña en todo momento. Otra cosa