Todas las etapas de la vida de un ser humano tienen su belleza, sus peligros y sus gozos e ilusiones. Todas ellas deben ser asumidas por la sociedad con responsabilidad. Pero por ser las más débiles, los niños y los ancianos requieren una mayor atención. Como creyentes que somos está en nuestras manos prestarles un cuidado exquisito y protegerlos. Son parte viva de nuestra sociedad. Están llenos de una riqueza que nos viene bien proteger por todos los medios.
Ella, la Madre, está siempre a nuestro lado. Con Ella estamos protegidos y no debemos tener miedo. La historia de los creyentes es una permanente