La costumbre de dejar pasar las pequeñas imperfecciones, las cosas que, aparentemente no tienen importancia, nos lleva, sin que nos demos cuenta, a ver como pequeño el gran defecto y asumirlo como algo normal. Solamente si nos esforzamos en eliminar las faltas pequeñas estaremos poniendo barreras a las grandes.
Estar en paz con Dios es vivir con alegría la fe del Evangelio. Esto no es posible ocultarlo. Porque se transmite a los demás automáticamente.