La santidad está reñida con la tristeza. Por eso, en las vidas de los santos siempre encontramos que vivían con gozo sus esfuerzos, sufrimientos y cansancios. Incluso cuando entregaban su vida por Dios, lo hacían valientemente y en muchas ocasiones, cantando. Porque ser santo es como vivir la celebración pascual, pensando que pronto nos encontraremos con el Señor que, tras padecer por nosotros, resucitó y nos está esperando.
Amar a los demás, como Cristo nos ha enseñado, es reconfortante. Nunca cansa. Al contrario. Infunde mayor vitalidad. Es como si cada obra buena que