Una madre buena nunca defrauda a sus hijos. No los abandona, no los maltrata, no los guía por malos caminos… María, que es la mejor de las madres, nunca nos abandonará. Acudir a ella en todo momento, en las tristezas y en las alegrías, es asegurarnos su protección. Yendo de su mano, podemos estar seguros de que los peligros que nos encontremos serán apartados para así poder caminar en paz.
Aunque duela, aunque conlleve sufrimiento y menosprecio, lo correcto es ir con la verdad por delante. Mostrarnos a los demás como realmente somos. No fingir.