Dios nos hizo libres. Para que seamos capaces de elegir. Por eso nos dotó de capacidad para distinguir el bien del mal. Nuestras decisiones deben estar fundadas en este principio que es consustancial a la dignidad humana. No debemos ser esclavos de nada ni de nadie. Pero tampoco debemos confundir la libertad como seres humanos que somos con el albedrío gobernado por la sinrazón, los caprichos o los deseos egoístas.

Cuanto más nos desprendemos de las cosas que nos atan, mayor es nuestra cercanía a Cristo y mayor se hace nuestra dicha. Lo experimentaron los