Mientras caminamos por este mundo, no nos martiricemos buscando la perfección. No la encontraremos, porque no existe. Ni en los otros ni mucho menos en nosotros. Pero sí podemos hallar personas que procuran hacer bien las cosas, son honestas y desean seguir a Jesús. Es lo que se nos pide a todos. No la perfección, porque es imposible que la alcancemos. Si queremos hacer lo que Dios nos pide, procuremos vivir con honestidad, intentando ser mejores cada día cumpliendo con nuestras obligaciones como creyentes.

Nunca debemos cansarnos de pedir perdón a Dios por nuestros fallos. Porque siempre lo obtendremos. Su misericordia es infinita y, como Padre nuestro que es,