El ejemplo nos lo dio el propio Jesús, que, por amor a nosotros, se entregó a los que le dieron muerte. Y a Jesús muchos creyentes le han imitado a lo largo de la historia y le siguen imitando en los tiempos actuales. Ellos son el ejemplo permanente que nos muestran el camino a seguir, si queremos ser fieles a la doctrina del amor. No basta que digamos que amamos a los demás, sino que es preciso que lo hagamos con hechos, atentos a las necesidades de los otros, siendo servidores que soportan los contratiempos y no esperan complacencias humanas, sino solamente la recompensa celestial, que es lo que se nos ha prometido.
Desde los comienzos de la historia del cristianismo se ha venido insistiendo en que el amor es el mandamiento esencial que Cristo nos ordenó practicar